Monólogo a una madre
Este monólogo es para algunas madres, otras no se sientan aludidas que a costa de mucho sacrificio hicieron en su día lo correcto.
Desde la calma y el sosiego, del día de hoy sin víctimas por la violencia e intransigencia de ETA, la quiero hablar a usted madre de un asesino, de la organización sembradora de muerte y dolor eternos.
Quiero meterme debajo de esa piel que aparentemente la hace mujer, estar dentro de su cerebro, para comprender el amor que siente a ese hijo y que la hace ayudar, esconder y besar, mirándole a esos ojos, sin ver en ellos otros ojos cerrados para siempre, del que abatió cobardemente, dejando destrozada una familia, sin haberle echo nada, sin darle una oportunidad de defenderse.
Ya sé que por un hijo se da la vida, pero siendo un hijo decente, a ese se le perdona y enseña, cuando hace un delito pequeño, pero no cuando hay sangre de por medio.
Pero hay que ser muy valiente y una gran madre para de verdad quererlo mucho, más allá de lo que usted demuestra que siente, denuncíándolo si, para evitar mas muertes, y que sienta la posibilidad del arrepentimiento, de su reinsercción en la sociedad, que vuelva a sus brazos mas lleno de amor verdadero.
Piense mujer, que cuando usted le presta el coche, le deja las llaves del apartamento, le lleva comida y ropa limpia, le pone en el bolsillo dinero, le escribe en una nota el nombre y domicilio de alguien del pueblo, señalándole el camino hacia el cementerio, cuando usted pasa junto a la policía y agacha su cabeza, no sé si de verguenza, odio o miedo, está alimentando aún más a una fiera, y cayendo sobre usted un gran peso en su conciencia.
Piense que el odio se vuelve violencia y muerte, embrutece y no deja pensar al cerebro, al amor lo aniquila, y verá que por usted no siente mas que una frialdad maquillada de cariño, por esa ayuda que le presta.
Piense en esas horas, en que no la dejan dormir los recuerdos que no está bien en nombre de ninguna política, bajo ningún precio, ni el rencor mezcla de odios, vale para matar por la espalda, ni con trampas, bajo ningún concepto, a pesar de creer que hay una razón legítima para hacerlo, déjelo mujer para la justicia. Deje a su hijo que piense, dele la oportunidad de ser inteligente.
Amele de verdad, no deje que apriete el gatillo, usted tiene el poder de evitarlo de muchas maneras, la pido que tenga un compromiso con su conciencia, destroze su corazón a cambio de quitar a su hijo las cadenas, que viva en la tolerancia, en el respeto y libertad y sin el gran pecado de la muerte al que seguro que en algún momento se arrepentirá de haberlo ejecutado y vivirá amargado y la mirará a usted con reproche por haberlo permitido.
Esperando que asuma en soledad y sosiego la prueba de amor, más valiente y honrada por un hijo.
Vuelvo a guardar silencio.